sábado, 16 de febrero de 2008

sueños rotos

Aquella rosa muerta, en la calle esperando mensaje tras mensaje, preparándose a volar porque habias sido tu mi compañera,
porque ya no eres nada y ahora todo esta demás.
Si no te supe amar, no fue por ti, no creo en el amor y no es por mi,
si no te supe ver y te perdí
si cada día que me das te hace sufrir, no.
Volver a verte otra vez con los ojitos empapados en ayer
con la dulzura de un amor que nadie ve
con la promesa de aquel Último cafe
con un montón de sueños rotos volver a verte otra vez volver a verte otra vez con un montón de sueños rotos
Dejé el orgullo atras por un instante
me preparé a estar sola una vez mas si no te supe amar no fue por ti
no creo en el amor y no es por mi si no alcance a entender
y te perdi si cada dia que me das te hace sufrir, no.

martes, 12 de febrero de 2008

LA REFORMA JUDICIAL EN OPINIÓN DE VIDAL RAMÍREZ


Primer Encuentro Institucional: “Avances del Plan Nacional de la Reforma Integral de la Administración de Justicia”Día 24 y 25 de enero"


TEMA: “Propuestas de Reforma Normativa planteadas por la CERIAJUS”.



Expositor: Dr. Fernando Vidal Ramírez PRESIDENTE DE LA COMISIÓN ESPECIAL ENCARGADA DE IMPULSAR LA IMPLEMENTACIÓN DEL PLAN NACIONAL DE REFORMA INTEGRAL DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA DEL MINISTERIO DE JUSTICIA.



Muy buenos días.
Yo voy a ocuparme del tema también vinculado a la reforma del Poder Judicial. Pero tendría que señalar que el tema de la reforma del Poder Judicial es un tema del que se viene hablando ya por largas décadas, desde que yo inicié mi carrera de abogado ya se planteaba la necesidad de una reforma del Poder Judicial.
El tema es un tema probablemente renovado, pero también probablemente la misma problemática del Poder Judicial se ha intensificado y presenta características y aspectos queno lo tenía décadas atrás. Y ahí, entonces la iniciativa de formar una comisión especial, la Ceriajus, cuyas conclusiones y recomendaciones creo que son sumamente positivas. Aún cuando yo también participo de la idea, de que la reforma del Poder Judicial no es solamente una reforma normativa, sino fundamentalmente es una reforma del factor humano que participa en el ejercicio de la función jurisdiccional, no se puede negar los positivos aportes que ha realizado la Ceriajus, y que conducen a una serie de proyectos de ley. La mayoría que están en este momento en el Congreso de la República en materia constitucional, en materia procesal penal resumidos en el proyecto del Código Procesal Penal, que desde hace algunos años el país conoce ya y que espera que en algún momento llegue a alcanzar su vigor.
Y en proyectos modificatorios de normas legislativas por ahí dispersas, en algunos casos del Código Procesal Civil, y el encargo que nosotros hemos recibido y que hemos asumido dentro de la comisión especial para impulsar las recomendaciones de la Ceriajus, están precisamente estos proyectos de ley. Proyectos de ley que en unos casos la Comisión de Constitución del Congreso nos ha enviado y en otros casos la Comisión de Justicia y Derechos Humanos, que preside el congresista Alcides Chamorro, también nos ha enviado.
Pero no es yo quiera considerar que cualquier proyecto o cualquier obra humana pueda ser imperfecta. Todo es perfectible. Pero si las diversas comisiones que ya funcionan en relación a la reforma judicial y, por ejemplo, la Defensoría del Pueblo acaba de crear una nueva comisión, los proyectos y las recomendaciones van a ir circulando entre las diversas comisiones, entonces el avance no se va a concretar. Y se necesita por eso decisión.
Creo que la decisión política está tomada, porque la Ceriajus tuvo todo el respaldo político del caso. El tema está en el Congreso de la República. Y si bien, por ejemplo, en la comisión que nosotros recibimos, perdón, el encargo que hemos recibido en la Comisión, que estamos conformando en el Ministerio de Justicia, hemos recibido proyectos de ley, al principio nos abocamos a la tarea de una revisión. Pero el proyecto de ley se puede mirar desde diversas perspectivas y, en consecuencia, uno no puede estar necesariamente de acuerdo con el proyecto que le ponen a la vista. Entonces, al principio analizamos un conjunto de proyectos de ley que nos envió el congresista Alcides Chamorro y tratamos de buscar el consenso, a la mayor brevedad posible, respecto de la bondad de algunos proyectos, buscar el consenso dentro de los miembros de esta comisión. Y lo conseguimos respecto de 14 proyectos, de los 24 que nos fueron enviados y reservamos para seguir estudiando los diez restantes. Esos 14 fueron remitidos nuevamente al Congreso de la República sin observación alguna y, al contrario, encomiando la bondad y lo positivo que resultaría que alcanzara la sanción legislativa correspondiente.
Pero respecto de esos otros 10 proyectos, habían reservas entre los miembros de la comisión, reserva que son naturales porque cada uno tiene su propia conciencia, tiene sumanera de ver las cosas. Todos buscamos el bien común, mejorar el sistema de administración de justicia y dentro de esa perspectiva, el aporte siempre es positivo, pero no necesariamente de acuerdo con los planteamientos que uno recibe. Por eso es que decidimos en la comisión que nuestro silencio, nuestras reservas se entendieran como que la responsabilidad, en todo caso, de legislar es inherente al Congreso de la República y que fuera el Congreso el que tomara la decisión sobre los proyectos de ley.
Ya muchos proyectos de ley se han dado a conocer a la ciudadanía al haber alcanzado lasanción legislativa su correspondiente promulgación y publicación en el diario El Peruano. Conocemos muchos que creo que indudablemente tienen un aspecto positivo, pero otros son preocupantes, como el caso, por ejemplo, de la filiación extramatrimonial, en la cual se establece un proceso sumarísimo para el reconocimiento a la paternidad: un emplazamiento de 10 días, dentro del cual el emplazado debe someterse a una prueba de ADN. Si no se somete a la prueba de ADN, entonces bajo la presunción de que su no sometimiento es una aceptación de la paternidad se declara la paternidad dentro de un proceso, repito, sumarísimo. Nosotros consideramos, por ejemplo, que el sistema legal en materia de filiación extramatrimonial hasta el momento en que apareció ya por aporte científico, la prueba del ADN era un sistema que se basaba en las presunciones, simplemente en presunciones, salvo la presunción de la filiación legitima. La filiación matrimonial, que era una presunción jure et jure, las presunciones en materia de filiación extramatrimonial son presunciones juris tantum. En principio la prueba escrita o lo que fuere para llegar a declarar la paternidad, hasta que apareció la prueba de la ADN, que hasta el momento, según señala la misma ciencia, es una prueba incontrastable; demuestraen un 99% la relación filial que existe entre el imputado como padre y la criatura que hanacido o está por nacer. Esto, indudablemente, debe traer una reforma, y no solamente aislada, sino una reforma misma del Código Civil. Suprimir ya del Código Civil todas aquellas presunciones de paternidad basadas simplemente en eso, en presunciones.
Pero lo que movió a preocupación era realmente, no obstante la prueba de ADN de por medio, si en un emplazamiento dentro de un proceso sumarísimo una persona puede ser declarada padre por el hecho de no comparecer o no dar cuenta de sí entre los diez días que establece ya no el proyecto sino la ley que se ha dado. Y así por el estilo se puede presentar una serie de disposiciones en materia de proyectos de ley, algunas ya promulgadas y otras en proceso de promulgación o de aprobación previa del proyecto por el Congreso, no se puede negar que hay aportes sumamente positivos. Yo quiero referirme a tres. Por ejemplo, las modificaciones al Código Procesal Civil, y yo hablo dentro del campo del derecho civil que es mi campo, no puedo pronunciarme en otras materias penales ni procesales penales porque no es el campo en el que yo ejerzo mi profesión y he ejercido la docencia universitaria. En materia del Código Procesal Civil que fue un positivismo avance en la modernización del proceso civil, cuya vigencia se inició en el año 1993, para ser exactos, el 28 de julio de 1993, luego de una larga vacatio legis, se introdujo la figura de la nulidad de la cosa juzgada fraudulenta, que en buena medida era una nueva expresión de lo que en el viejo Código de Procedimientos Civiles de 1912 era el juicio contradictorio.El código señalaba cuáles sentencias, el código viejo señalaba qué sentencias que habían concluido podían ser contradichas en un juicio ordinario. Entonces, la nulidad de cosa juzgada fraudulenta fue una nueva versión de ese juicio contradictorio, pero indudablemente una versión más moderna, mejorada y mejor operativa.
Sin embargo, el Código Procesal Civil, cuyos aportes positivos son innegables, cayó en un tecnicismo a veces exagerado. Entonces, la propuesta modificatoria de la nulidad de cosa juzgada fraudulenta está orientada a hacer más accesible la figura de la nulidad de cosa juzgada fraudulenta y hacer viable el ejercicio de ese derecho que puede tener quien ha sufrido una sentencia adversa que pasa la autoridad de cosa juzgada y que se ha cometido con infracciones a la ley o a las normas éticas que rigen no solamente a los magistrados sino también a los abogados.
El proyecto desdobla el artículo 178.° del Código Procesal Civil en diversos parágrafos que no voy a leer porque no es el caso, el tiempo no daría para eso, pero sí señalar que de diversos aspectos el proyecto de reforma de la figura de la nulidad de cosa juzgada fraudulenta es positivo. Se resume simplemente en quitarle la expresión "nulidad de cosa juzgada fraudulenta", sino simplemente se le da un nuevo nomen juris, "revisión civil por fraude procesal", y se le da a lo que es la nulidad de cosa juzgada fraudulenta el carácter de una pretensión impugnatoria no frente aquello que señala, porque está vigente el artículo 178.°, difícil de probar, la colusión, el dolo, sino tratando de objetivar cuándo aparecen elementos indiciarios o concluyentes de la existencia de un fraude procesal. El fraude procesal lo conceptúa el proyecto de ley como el acto o la omisión dolosa por el cual se obtiene una situación procesal favorable, y se establece quienes quedan legitimados para el ejercicio de esta acción. No solamente se limita a las partes, sino al tercero legitimado que ha participado en el proceso y aún al tercero, que no habiendo participado en el proceso es directamente afectado por la sentencia dictada en condiciones que permitan calificarla de un fraude procesal. Esto, por ejemplo, es un aspecto positivo, y ojalá que el Congreso de la República le dé preferencia a la aprobación porque suprime una serie de abstracciones y de tecnicismos que hacen poco accesible al conocimiento de la ciudadanía y de los mismos abogados de la figura considerada como la nulidad de cosa juzgada fraudulenta, hoy en vía de pasar a denominarse fraude procesal. Todos conocemos, los abogados, el recurso de reposición que se hace valer contra los decretos. Todos conocemos el trámite del que es susceptible el recurso de reposición. El proyecto de ley que modifica el Código Procesal Civil tiene un significativo aporte, porque conjuntamente con el ejercicio de la interposición, mejor dicho, del recurso de reposición, subordinadamente va ya implícita la apelación. Si se resuelve negativamente para el impugnante en reposición la resolución judicial susceptible de ella, automáticamente viene la apelación, porque puede ir subordinada la apelación a la reposición, lo cual —creo—abrevia trámites y le da mayor celeridad a la solución del incidente o de la situación procesal que ha sido resuelta mediante una resolución impugnada en reposición.
Pero creo que lo que merece destacarse con mayor énfasis son las modificaciones que se proponen respecto del recurso de casación. El recurso de casación, según algunos, estuvo implícito en el Código, y yo creo que es así. Estuvo implícito en el viejo código de 1912 porque la Corte Suprema resolvía haber nulidad, no haber nulidad o podía declarar nula la resolución de vista e insubsistente lo actuado, con lo cual estaba... y ordenar una nueva sentencia, ya sea al juez de primera instancia o la Corte Superior que había emitido la sentencia de vista. En buena cuenta estaba casando una resolución mal dada.Pero en fin, la Constitución Política del 79 primero y la del 93 después ratificaron la necesidad de que la Corte Suprema fuera una corte que conociera en casación. Y el Código Procesal Civil se encargó de normar el recurso de casación. Sin embargo también lo hizo con un gran tecnicismo y con muchas abstracciones que hacen que la casación realmente,por los mismos abogados, no sean entendida en su verdadera dimensión y en su verdadera proyección y que se confunda el sentido de la casación con otros recursos impugnatorios, básicamente con el recurso de apelación. ¿Y cuál es el rol de la Corte Suprema cuando resuelve casatoriamente? Yo creo que el proyecto que llegó a ver la Comisión, que yo tengo el honor de presidir, le da una mayor claridad al tratamiento del recurso de casación. No voy a hacer comparaciones con el texto vigente, pero, por ejemplo, el proyecto señala que el recurso de casación tiene por fines la aplicaciones adecuada del ordenamiento jurídico y la unificación de la jurisprudencia nacional por la Corte Suprema de Justicia, aplicación adecuada del ordenamiento jurídico. Ya no hay la diferencia entre la norma material y la otra norma, simplemente la aplicación adecuada del ordenamiento jurídico, entendiendo el ordenamiento jurídico como un todo, como una unidad y no haciendo diferenciaciones como las que se hacía en el caso del tratamiento que actualmente recibe el recurso decasación. El recurso de casación, las causales que establece el Código Procesal Civil son también de difícil comprensión, difícil interpretación por los abogados que queremos irnos en casacióna la Corte Suprema y que a veces confundimos la aplicación de la causal pertinente. Pues, bien, el proyecto simplifica notoriamente, notablemente el tratamiento de la causales, las reduce de cuatro a dos, y dice: "El recurso de casación sólo se puede sustentar en las infracciones. Primero. A las normas aplicadas de manera determinante para la decisión contenida en la resolución impugnada. Segundo. A las normas que garantizan el derecho a un debido proceso".
Vean ustedes cómo se han simplificado las normas del Código Procesal Civil respecto de las causales de casación, simplemente a las normas aplicables de manera determinante parala decisión contenida en la resolución impugnada y a las normas que garantizan el derecho aun debido proceso. En cuanto a los requisitos de fondo, también se simplifica el tratamiento del recurso de casación y se establece en qué casos, cuando la sentencia es condenatoria, el recurso de casación puede suspender la ejecución de la sentencia; y, en todo caso, si quien recurre en casación solicita la suspensión de la sentencia, si la sentencia es condenatoria, pues tieneque constituir una fianza para la hipótesis de que la casación no sea admitida o sea declarada infundada, y no usar simplemente la casación como un recurso dilatorio con lafinalidad de dilatar la ejecución de una sentencia que condene a una de las partes al cumplimiento de una determinada prestación. Se establece como única medida cautelar, acompañando la casación, el pedido de suspensión de la ejecución de la sentencia, pero, repito, con la garantía necesaria para elcaso de que sea un mal uso del recurso casatorio.
En fin, yo no quiero en este momento abundar más, pero no puedo dejar de vincular el recurso de casación —en el que me he detenido— con algo que también el Ceriajus hatomado, ha considerado, pero creo que requiere de énfasis, porque fue una iniciativa también del Código Procesal Civil, que son los llamados plenos jurisdiccionales. Yo tengo, formo parte del consejo editorial de una revista que tiene por finalidad el examen de la jurisprudencia, y he pedido justamente que me alcanzara estadística sobre los plenos jurisprudenciales que el artículo 400.° del Código Procesal Civil norma. Pues, bien, se han realizado en materia civil cuatro plenos jurisprudenciales: en el 97, en el98, en el 99 y el 2000. Y se han realizado también en materia civil —no me refiero a losplenos en otras materias— algunos plenos regionales; o sea, por distritos judiciales que sehan unido para hacerlo o específicamente para algún distrito judicial. Pero, en realidad, la finalidad del pleno jurisprudencial es un encargo que el Código Procesal Civil le daba a la Corte Suprema en el artículo 400.°. "Cuando una de las salas lo solicite, en atención a la naturaleza la decisión a tomar, en un caso concreto se reunirán los vocales en Sala Plena para discutirlo y resolverlo. La decisión que se tome en mayoría absoluta de los asistentes al pleno constituye doctrina jurisprudencial y vincula a los órganos jurisdiccionales del Estado hasta que sea modificada por otro pleno casatorio". O sea que congruente con la introducción a nuestro sistema procesal civil del recurso decasación, pues el mismo Código Procesal Civil establecía la necesidad de los plenos jurisdiccionales justamente para promover la formación de una doctrina jurisprudencial."Si los abogados que hubieran informado oralmente a la vista de la causa serán citados alpleno casatorio —sigue diciendo el Código Procesal Civil— el pleno casatorio será obligatorio cuando se conozca qué otra Sala está interpretando o aplicando una norma ensentido determinado"; o sea, para evitar la dispersión de criterios que es humano y naturalque se presenten. Pero si es que la casación tenía por finalidad la unificación del criterio jurisprudencial, la formación de una doctrina jurisprudencial, porque así lo dice el propio Código Procesal Civil, entonces, el medio para alcanzar esa finalidad era indudablemente elpleno jurisdiccional. Y termina el artículo 400.°: "El texto íntegro de todas las sentencias casatorias y las resoluciones que declaran improcedente el recurso, se publican obligatoriamente en el diario oficial El Peruano".Sí, se publican por lo menos una vez al mes una separata especial del diario El Peruano en la cual se transcriben las sentencias casatorias dictadas por un determinado período por la Corte Suprema. La lectura de esa separata de El Peruano es farragosa, porque cada sentencia casatoria es una sentencia, no me refiero a las que califican el proceso que son más breves, me refiero las que han ido al fondo del recurso de casación son extremadamente largas porque así tienen que ser. Entonces, la lectura es farragosa.
Yo comprendo todas las limitaciones presupuestarias que existen en los órganos del Estado, especialmente en el Poder Judicial, porque así como hay esfuerzos privados, caso de las revistas que publican Gaceta Jurídica, Diálogo en la Jurisprudencia, lo que publica Normas Legales y algunas otras publicaciones en cuanto al comentario de la jurisprudencia, sería bueno que alguna de esas revistas conviniera con la Corte Suprema en la presentación de las sentencias casatorias y que hubiera personal especializado —no necesariamente que sean magistrados porque su tiempo lo tienen justamente en la administración de justicia—que pudiera extraer de las sentencias casatorias los meollos importantes que van a servir de ilustración a quienes recurren al sistema judicial, a los abogados especialmente, para saber cuál es el criterio jurisprudencial que se va a formando, una doctrina que va imperando y cuál es el sentido de la jurisprudencia. No solamente a través de esa lectura, de esa separata, sino de gente especializada que pueda hacerle ese servicio. Porque si bien se hace en algunas publicaciones no se hace con la dimensión y la proyección que se requiere, se hace de manera aislada y aquellas publicaciones tienen que pedir colaboración a algunas personas, profesores universitarios oabogados interesados en los temas, y en muchos casos en su corto tema para comentar como fundamentó su recurso de casación por la Corte Suprema. Entonces, creo que ese es un punto importante. Si bien CERIAJUS lo ha tocado en alguna de sus recomendaciones, creo que hay que enfatizar el asunto de la casación y el asunto de los plenos jurisprudenciales; y que el mismo Poder Judicial norme el artículo 400.° que he citado, y que establezca la manera cómo debe operar los plenos jurisprudenciales, sobretodo en materia casatoria.
Nosotros también dentro de la comisión, que yo tengo el honor de presidir, nos hemos avocado a algunos proyectos de ley que están dentro del sector Justicia. Particularmente hemos planteado la modificación a la Ley de Conciliación para que la conciliación sea voluntaria y no obligatoria. La esencia de la conciliación es la voluntariedad. No puede haber conciliación obligatoria porque la conciliación como se está usando se está usando como un trámite previo a la interposición de una demanda y se usa simplemente a veces, primero, por obligación de aquel que tiene el derecho que lo siente vulnerado, en materia civil, me refiero; y la parte que va a ser demandada, como un medio dilatorio para demorar aun más la interposiciónde la demanda. Quien quiere conciliar no lo va a hacer por la fuerza; quien quiere conciliar lo va a hacer por un acto de voluntad. Y, en consecuencia, el planteamiento de la comisión es que la conciliación sea voluntaria.
Estamos revisando también un proyecto que modifica el Sistema de la Defensoría de Oficio, que ya existe en el Ministerio de Justicia para crear el Servicio Nacional de la Defensoría Pública, que no tiene nada que ver con la competencia con la Defensoría del Pueblo. Simplemente, como todos sabemos, la Defensa de Oficio es cuando aquel justiciable o aquel reo o aquella persona emplazada dentro de un proceso sobre todo penal, no tiene recursos y que necesita la asistencia de un abogado.Y también en alguna medida estamos también aportando en lo que se refiere a la Defensa Judicial del Estado, porque no olvidemos que el Estado es el gran litigante que litiga en materia civil, en materia penal, en materia laboral, en materia contencioso administrativa, en materia tributaria. Es el gran litigante del país, es el Estado. Y en consecuencia, yo creo que un decreto ley de la época del gobierno militar tiene ya que ser adecuado a los tiempos actuales en mayor dimensión de lo que ya ha sido adecuado a través de algunos parches que le han hecho legislativamente hablando.
Y por último, para terminar, yo también quiero dejar expresada la honda preocupación por la formación del profesional del Derecho, mi honda preocupación; tema que también toma CERIAJUS pero que hubiera sido importante que la tomara con mayor énfasis, porque realmente es preocupante la formación que están recibiendo los profesionales del Derecho. Hay varias razones. Una de ellas, la proliferación de facultades de Derecho. Hay facultades de Derecho en exceso en el país. Y yo digo en exceso porque se están dando lugar a la existencia de un número de abogados que el mercado interno no puede absorber. Además,que entran a ese mercado en desigualdad de condiciones frente a las facultades de Derechodonde hay exigencia académica, donde se observa un buen nivel académico y donde se da mejor formación a los estudiantes. Ese profesional del Derecho que está en aquellas universidades o facultades de Derechoque las califican de chicha, sale con el título otorgado por la Nación, sale a ejercer una profesión que requiere entrega, disciplina y la necesidad de una formación jurídica y una formación moral sólida. Y lamentablemente, de ese sector de abogados que no tienen cómo ejercer la profesión de manera satisfactoria para ellos, entonces, viene la aventura de incursionar en la carrera judicial. Ese es uno de los grandes males, lo ha tocado el doctor Lohmann, y comparto plenamente lo que él ha dicho en ese punto. Es más, yo creo que las facultades de Derecho deben ser materia de una supervisión.¿Acaso el Banco Central de Reserva no supervisa el nivel de encaje que tienen que guardarlos bancos? ¿Acaso la Superintendencia de Banca y Seguros no supervisa la solidez que deben tener los bancos y la forma cómo se dan los créditos y si los da con las debidas garantías? ¿Y si se trata de garantías, ejecutables o no? ¿Acaso la Conasev, antes de dar una autorización, con una oferta pública no supervisa lasolvencia de la empresa que va a ser la oferta pública de valores? ¿Qué tendría, entonces, que los organismos del Estado supervisen aun a las universidades privadas?, porque este mercantilismo que ha surgido con las universidades hay un detrimento en las universidades nacionales. Lamentablemente, yo soy sanmarquino y sanmarquino de corazón y seguiré siendo sanmarquino siempre, no lo digo por San Marcos sino en general por los organismos nacionales. La presencia gravitantes de esas facultadesque se van creando va en detrimento de las facultades nacionales porque a los pocos profesores que se van quedando en las universidades nacionales los absorben y se vanquedando con un alumnado extraído de márgenes que no son los más adecuados. No estoy hablando de marginalidad poblacional, yo creo que todos tenemos el derecho a la instrucción superior. No me refiero a eso, me refiero simplemente a una situación que genera la deficiencia que se adquiere desde la educación escolar y que llega a la universidad.
Hoy en día no existen los exámenes de ingresos selectivos que habían en mi época, porejemplo, donde para alcanzar a ser alumno universitario uno tiene que alcanzar unpromedio de nota, luego de exámenes que eran sumamente rígidos. Hoy en día simplemente la matricula y se acabó el asunto, el examen de ingreso es una mera formalidad y en todos los promedios para poder acceder a las universidades, se han bajado. Yo digo, dónde está la Asamblea Nacional de Rectores, dónde está la Conafu, el órgano delEstado que se encarga de dar la licencia de funcionamiento, la autorización de funcionamiento a las universidades con facultad de Derecho. Estoy hablando de la facultad de Derecho, cuidado con lo que está ocurriendo en la facultad de Medicina y con otras facultades de conocimiento humano que requiere de una especialización y de una formación especial, porque en la Medicina está en riesgo y la salud del ser humano, pero también en el Derecho hay valores supremos que van a estar en manos del profesional de Derecho. Además porque creo que esa misma facultad de Derecho con buen nivel académico y con buena exigencia académica, se debería crear la especialidad, la escuela judicial. No es en contra del rol que le compete a la academia. No, estoy hablando de estudiantes que se inician en el estudio de Derecho, y que se les forme desde entonces para aquellos que tienen una inclinación hacia la administración de justicia, una vocación por la función jurisdiccional y que vayan formándose moral y jurídicamente para que en ese momento cuando ya están en el cargo dentro de la administración de justicia, puedan llegar con unabuena formación no solamente en lo jurídico sino también en lo moral, en lo ético, y ponera prueba su vocación. Una carrera judicial que a la manera de la carrera diplomática, por ejemplo, empieza desde la academia, o sea desde la formación, donde está el futuro diplomático en la academia formándose, y le espera el puesto, que lo va a alcanzar por méritos. Hay muchas cosas que se pueden decir y tal vez ya me he excedido, pero la problemática del Poder Judicial es la problemática de la perfección del derecho.
No olvidemos la grave responsabilidad que tenemos los abogados en la problemática del Poder Judicial, que a veces no sentimos los escrúpulos suficientes para presentar con lealtadal magistrado los problemas o mejor dicho los casos en los cuales el abogado está interviniendo. Se desfiguran para conseguir de alguna manera una resolución que favorezca una situación que no es la que corresponde, y qué decir de los abogados que utilizan medios vedados conla finalidad de alcanzar resultados. La reforma del Poder Judicial supone también la reforma de la enseñanza del derecho. La reforma del Poder Judicial supone también la reforma de los abogados. No olvidemos que de los funcionarios de derecho salen los jueces y los magistrados detodos los niveles. Muchas gracias.


CERIAJUS.- Comisión Especial de Estudio del Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración de Justicia.

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sábado, 9 de febrero de 2008

Toffler 1. Un enfoque marxista.

LAS TESIS DE ALVIN TOFFLER ¿LOS ARGUMENTOS DEL FIN DE LA HISTORIA?

Autor Invitado: ALBERTO GONZÁLEZ TEJERA (Cuba).


1.Restar importancia a las teorías de Marx siempre ha sido un objetivo de los ideólogos burgueses, en especial blanco predilecto de esos ataques ha sido la teoría de las clases yla lucha de clases. 2. El propósito es evidente: desacreditar, confundir, demostrar que el enfoque clasista es algo superado por la “nueva realidad”. En este último sentido se mueven las concepciones del politólogo estadounidense Alvin Toffler, quien en un pasado ya remotose había declarado marxista.3. Comienza Toffler valorando históricamente el impacto de las ideas de Marx en su época.4. “Después de Marx, ya no fue posible pensar en la tecnología de la misma forma que antes. Ya no resultó posible ignorar a las clases. Ya no fue posible ver la Historia como una continuidad sin rupturas. Ya no resultó posible considerar la política y la economía como unas categorías separadas herméticamente. El ignorar a Marx en el mundo de hoy es ser semianalfabeto.” (Toffler, 1983: 214)5. Si embargo rápidamente califica a la teoría de Marx de: “fuera de moda y equívoca”.(Toffler, 1983: 214)¿Cuáles son los argumentos que maneja Toffler para declarar fuera de época al marxismo?6. El enfoque de Toffler no puede aparentar ser más objetivo y neutro. Parte del impacto en la vida social de tres olas de cambios tecnológicos.7. Según el, hace 10 000 años comenzó la primera ola de cambio con el surgimiento de la agricultura.8. La segunda ola sobreviene entre mediados del siglo XVIII y principios del XIX con larevolución industrial. Está ola creó dos civilizaciones típicas el capitalismo y elsocialismo. La teoría marxista es un reflejo de la situación originada por el industrialismoen el seno de la sociedad capitalista. Pero en su criterio el enfoque marxista sólo es aplicable a aquella situación, donde los obreros fueron duramente explotados y maltratados por el capital, y en el mundo de hoy el enfoque clasista de los fenómenos sociales sólo puede ser aplicable a países donde se repita una situación como esa. Al respecto afirma “mi punto de vista es que el análisis original de Marx fue maravillosamente inteligente, por toda su asombrosa complejidad, pero fue también y es unidimensional” (Toffler, 1983: 217)9. Para Toffler la Tercera Ola de cambio llegó primero a Estados Unidos, en 1956 cuando, por primera vez, el número de trabajadores de la esfera de los servicios (empleados del comercio, la administración, las comunicaciones, la enseñanza, etcétera)superó al de los trabajadores industriales. En la visión Toffleriana la nueva economía, basada en el conocimiento, el valor de una empresa se mide por la capacidad para adquirir, generar, distribuir y aplicar estratégica y operativamente los conocimientos, las producciones se desmasifican (se caracteriza por series cortas de productos para satisfacer determinadas necesidades de segmentos específicos del mercado), las escalas se reducen, tanto en el número de obreros de las empresas (son colectivos laborales pequeños y diferenciados), como en las series de productos, hay un predominio de las firmas pequeñas, en ella la innovación, es vital para poder sobrevivir en la competencia. En ella la organización de la empresa cambia, ahora es necesario realizarla en torno a los procesos productivos y no a losmercados. 11. Desde el punto de vista clasista, Toffler. Enfoca el cambio de la siguiente forma, al disminuir las tareas manuales en la economía, el “proletariado” es ahora una minoría,crecientemente reemplazada por un “cognitariado” (Toffler, 1995: 68) o sea, por un trabajador que utiliza el conocimiento como herramienta fundamental en su trabajo. Esta concepción de “trabajadores de la mente” es una generalización de dudosa cientificidad,ya que engloba tanto a trabajadores de los servicios, como a trabajadores de la producción material.¿Qué características tiene el cognitariado?12. “El cognitariado posee una información organizada, imaginación y otras cualidades culturales esenciales para la producción. Cuenta con los medios para producir más información. Posee lo que puede ser considerado, un bien tan esencial como las materiasprimas, o, alternativamente, un equipo de herramientas mentales. De esta forma llega a la mesa de negociaciones con más poder de lo que jamás hiciera el proletariado” (Toffler,1983: 130)13. Para Toffler el propio desarrollo de la capacidad intelectual del proletariado, algo necesario teniendo en cuenta el avance de la producción constituye “su propiedad” y lo iguala al capitalista.14. “En esta economía, el recurso crucial es, el conocimiento y esto es lo que hace a la economía de la Tercera Ola revolucionaria, pues en oposición, a los recursos finitos de la tierra, las materias primas e incluso del capital, el conocimiento es inagotable, puede ser utilizado por muchas empresas y puede ser usado para generar más conocimiento.(Toffler, 1995: 50—51)¿Es el conocimiento, en tanto producto del desarrollo histórico de la humanidad, unartículo libre? ¿Podemos usarlo sin restricciones como dice Toffler?15. La respuesta es obvia, los acuerdos sobre la propiedad intelectual que imponen las multinacionales no dejan el menor margen a la duda. Hoy el conocimiento es propiedad privada y ha sido celosamente protegido. Por tanto, los propios conocimientos generados en el proceso laboral, no son propiedad del trabajador sino que siguen siendo propiedad del capitalista, como era en la época de Marx. Poco ha cambiado el capitalismo desde entonces en sus esencias.16. El señor Toffler, antiguo marxista oculta deliberadamente la esencia de la explotación capitalista, descubierta por Marx a partir del desarrollo consecuente; de la teoría del valor trabajo de la economía política clásica inglesa. Reconoce que, el trabajo durante la sociedad industrial fue brutal y miserable y que “En realidad la brutalidad del trabajo contribuyó de forma directa a los beneficios. Cuanto más fuertemente se exprime a la gente, más dinero se consigue.” (Toffler, 1983: 49)17. Sin embargo, plantea que, en las empresas de la tercera ola la brutalidad es contraproducente y que las empresas ya no aumentan sus beneficios esclavizando a sus empleados. Toffler, identifica brutalidad con explotación, si bien es cierto que las luchasobreras han logrado reducir la brutalidad y que en las nuevas condiciones de la producción, la atmósfera que requiere un trabajo creador prácticamente la descarta, no nos aclara, cómo esas empresas ahora obtienen sus “beneficios” y mucho menos nos precisa, propiedad de quién son los nuevos conocimientos que constituyen el fruto del trabajo.18. También tiene que reconocer, que el incremento del número de trabajadores de los servicios, no elimina a los trabajadores industriales, sólo se reduce su número. En su criterio los Estados Unidos seguirán siendo un país con producción industrial, como lo es en la actualidad, con una desarrollada producción agrícola a pesar de que esta rama ocupe menos del cuatro por ciento de la población económicamente activa de ese país y es muy probable que el número de obreros se aproxime a esa cifra. Sin embargo los trabajadores del sector terciario de la economía, a pesar de sus diferentes condiciones de trabajo, forman parte de la clase obrera. Clase social que ahora enfrenta el proceso de internacionalización del ciclo completo de la reproducción capitalista. En este proceso que llamamos globalización se desdibujan los contornos del proceso productivo al internacionalizarse.19. El momento es particularmente propicio para alcanzar el viejo sueño de la burguesía dividir al proletariado. Cuando Marx desde las líneas del Manifiesto Comunista llamaba a los obreros a la unidad internacional expresaba una necesidad de su tiempo, este llamamiento tiene ahora una vigencia total. La Unidad obrera tiene que rebasar los marcos nacionales, pues como bien expresara el genial pensador, el capital no tiene patria. No son los trabajadores de las zonas francas de República Dominicana, los que privan de su empleo a los trabajadores de los circuitos industriales de Chicago o Pittsburg como insisten los patronos. Son los capitalistas buscando maximizar sus ganancias los que desplazan el capital hacia las zonas más pobres del mundo, allí donde es posible pagar salarios mínimos.20. Asombrosamente, para los capitalistas no prevé ningún cambio, sólo plantea queexiste un conflicto entre los propietarios de las empresas de la segunda y tercera olas. ¿Cómo es posible, que el cambio generado por la tercera ola, transforme toda la sociedad capitalista, incluyendo al propio capital, y no genere ninguna transformación, en la clase portadora de la sociedad capitalista?21. Obviamente para Toffler la lucha de clases ya no tiene sentido, pero, ¿puede existir una sociedad sin contradicciones? La respuesta de Toffler es bastante antidialéctica e inconsecuente con los postulados que fundamentan su teoría22. “El conflicto en la sociedad no solo es necesario sino también, dentro de ciertos limites, deseable”. (Toffler, 1995:122)¿Cuál es el conflicto más importante en que está envuelto el mundo en la actualidad?23. “El conflicto entre los grupos de la segunda y la tercera olas constituye, de hecho, la tensión política crucial en nuestra sociedad actual. Como veremos, la cuestión política fundamental no es quién domina en los últimos días de la sociedad industrializada, sino quién configura la nueva civilización que surge rápidamente para reemplazarla. A un lado estan los partidarios del pasado industrial; al otro, cada vez más millones de personas que comprenden que los problemas más urgentes del mundo no pueden resolverse ya dentro de la estructura del orden industrial. Este es el conflicto es la "superlucha" por el mañana." (Toffler, 1995: 30)24. Para Toffler el origen del conflicto político que vive el mundo actual tiene su base enel advenimiento de la tercera ola y en su colisión con las anticuadas economías einstituciones remanentes de la segunda ola. Es sencillamente un conflicto entre elites dominantes.25. Según este autor, mucho depende de la flexibilidad e inteligencia de las elites,subelites y súper elites de hoy. La super lucha por el poder entre las elites de la segunda y tercera olas ya dio comienzo.26. Guiándonos por su óptica, y la Teoría del Conflicto que la sostiene, toda relación humana, estará entrecruzada por dos procesos estrechamente relacionados entre sí, elconflictivo y el integrador.27. La interrelación de dichas elites aunque sea conflictiva, siempre existirá un mínimode entendimiento y reciprocidad, reglas de lucha, o quizás el acuerdo de hallarse endesacuerdo.28. Si ambas elites pertenecen al mismo grupo social (empleemos ese término ya que elde clase social no es bien visto por Toffler) y se dedican a actividades económicas ensectores diferentes, persiguiendo ambas el mismo objetivo, la maximización de sus ganancias, además por las propias características que impone la revolución científico técnica, el uso intensivo de los conocimientos científicos va penetrando cada vez más enlas industrias de la segunda ola, podemos ver que dichas elites tienen más elementos integradores que conflictuales. Cuando más las elites emergentes necesitan, modernizar elsistema político, para poder garantizar la realización de sus intereses.29. Pero, la lucha por el poder ¿será solo una lucha entre las elites? Dónde quedan reflejados los intereses de la enorme diversidad de actores sociales, que surgen el primer mundo a partir del advenimiento de la tercera ola. A pesar de reconocer que para crear la nueva civilización, se requiere de las energías de pueblos enteros. ¿Qué papel juegan esos pueblos en la super lucha que avizora? Toffler es incongruente en sus planteamientos alno considerarlos como sujetos políticos a tomar en cuenta. Reduciendo el conflicto político a lucha entre elites de diferentes olas.30. Es bien cierto que el mundo ha cambiado, que han aparecido nuevos actores y movimientos sociales debido al proceso de reestructuración capitalista, fenómeno quedebe ser estudiado a profundidad por el pensamiento marxista, pero desde el punto devista de las esencias, la teoría de las clases y la lucha de clases como motor impulsor de los procesos sociales mantiene su vigencia.31. El enfoque de Toffler, desde la óptica de la tercera ola del futuro político, es manipulador de la realidad, está fuertemente politizado, ofreciéndonos una imagen idílica, donde el necesario cambio del sistema político es sólo un proyecto de cambio cosmético dejando intactas las relaciones de poder, nos presenta una posible evolución del sistema político norteamericano, como una transformación cualitativa que eternizaría el sistema capitalista. BIBLIOGRAFÍA. Toffler Alvin: (1983) Avances y premisas. Plaza & Janés, Barcelona, 1983.Toffler Alvin y Heidi: (1995) La creación de una nueva civilización. La política de la tercera ola. Plaza & Janés, Barcelona, 1995.
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LIBERTARIO (Artículo recomendado)

Jose Antonio de Sucre

De Boletín 1 - Museo de Arqueología y Antropología: 2001

LA BATALLA DE AYACUCHO: HACIA UNA VISIÓN DE LOS VENCIDOS

El Perú desde sus orígenes más remotos fue un país de contrastes, donde se articularon estructuras socioeconómicas y étnico-culturales que generaron profundas brechas entre los distintos sectores sociales que habitaron en su territorio. Esta característica de la sociedad andina sufrirá un mayor transtorno con la conquista española y el virreinato que agudizaron esta división social, fragmentando al país en "blancos" e "indios". Situación que, a pesar del cambio político inaugurado con el nacimiento de la República, ha sufrido poca modificación.El siguiente artículo presenta sucesos que gráfican esta división social entre "blancos" e “indios”; en los orígenes mismos de la República, los cuales pueden servir para reflexionar sobre el Perú de nuestros días (N. E).El Perú fue siempre un país difícil de explicar y aún de entender, a causa de su contradictoria conformación y hasta de su esencia misma, tan rica y variada. La historia, por cierto, no escapa a estas trabas. Las hondas escisiones raciales, sociales y culturales y la despiadada dominación interna, complican la comprensión de los hechos pretéritos. Peor todavía, la historia oficial desdeña las condiciones que caracterizan a nuestra patria y suelen marginar sucesos dolorosos, así como a los protagonistas populares.La Batalla de Ayacucho, que definió la independencia de América el 9 de diciembre de 1824, no es una excepción a estas apreciaciones.Al contrario, en las descripciones que hemos leído del celebre encuentro se observa que el Perú fue doblemente vencedor en la Batalla de Ayacucho. Los soldados de nuestra patria, agrupados en el batallón Husares de Junín y en la Legión Peruana, ganaron la contienda combatiendo al lado de hombres de otros pueblos americanos, todos bajo las banderas bolivarianas de Antonio José de Sucre, general predilecto de Simón Bolívar. Mas el Perú, circunstancia que por lo común se olvida, ganó también esa batalla con otros de sus hijos, aunque trágicamente. Nos referimos a los patriotas quechuas, aimaras y mestizos que, llevando a la fuerza el uniforme virreinal, actuaron a su modo, subrepticiamente, en el seno mismo del ejército de Fernando VII, Rey de España, conspirando, negándose a combatir, suicidándose, desertando y por ultimo, sublevándose a tiro limpio al término de la jornada del 9 de diciembre.El enunciado de estos conceptos obliga a recordar que en Ayacucho el llamado ejercito “ español” era mayoritariamente peruano. Los españoles integrantes de aquel ejército fueron una pequeña minoría, ni el seis por ciento del total. Ellos sumaban, en efecto, algo más de quinientos hombres entre unos siete mil quinientos efectivos. Los demás eran soldados quechuas, aymaras, mestizos y algunos sargentos negros. Los oficiales criollos, sobre todo los del Perú, comandaban estas tropas.Conviene precisar que durante varios años España contó con excelentes tropas indígenas, muy disciplinadas y valientes. Pero estos cuerpos se habían debilitado mucho tras catorce años de guerra y, en los últimos meses, debido a las campañas del general Gerónimo Valdez, liberal, contra el general Pedro Antonio Olañeta, absolutista en el Alto Perú.Por años militaron con tanto denuedo merced a una disciplina que se remontaba al tiempo de los Incas y sobre todo, a causa de la supresión gradual del tributo, que en España habían acordado las Cortes de Cádiz de 1811, junto con otras medidas progresistas coma la abolición de la mita. Estos lineamientos políticos no siempre contaron con el voto de los diputados de América.


Pero desde la promulgación de tales leyes había transcurrido un buen tiempo. Fernando VII, restablecido en el trono tras la derrota de Napoleón, había repuesto el absolutismo y derogado. Todas las disposiciones de las Cortes de Cádiz. Claro que los militares españoles distaban mucho de aplicar en la práctica el cobro del tributo, pero el trato semi-feudal era mantenido por los propietarios criollos, que en su mayoría se alineaban con las banderas del Rey. Asimismo, el maltrato era norma común entre la mayoría de oficiales. Por otro lado, cundía el desaliento en las comunidades en medio de una guerra que no tenía cuando acabar (catorce años, en los tiempos de Ayacucho) y consiguientemente la sangría indígena de quechuas y aimaras continuaban. Por otra parte, las nuevas ideas separatistas, habían ganado o neutralizado a fuertes porcentajes de una tropa que antes se había caracterizado por su ciega disciplina. Para colmo, la propia España vivía una segunda revolución liberal entre 1820 y 1823, que seguía dividiendo a la oficialidad que luchaba en América. Del derrumbe de este movimiento peninsular sólo se tuvo noticia en el Perú a principios de 1824.De igual modo los soldados del Virrey José de la Serna "con pocas excepciones eran indios peruanos”, anotaría el viajero alemán Henrich Wit el describir esa tropa “española”,al escuchar a testigos en su paso por el paraje de Quinua. Este señor, que fuera el primer viajero culto en transitar por estos sitios. Diría que los “soldados indios, con su sombría, melancólica y desconfiada personalidad no podían irradiar ni una gota de entusiasmo a sus jefes españoles”.El encuentro de Ayacucho ha sido narrado numerosas veces, pero siempre desde el punto de vista de los vencedores. Sabemos así como «la Legión Peruana sostuvo con gallardía su reputación» junto a las fuerzas grancolombianas y las de otros lados del continente, tal como Sucre dejó constancia en el parte oficial de la victoria. Los Húsares de Junín «recordaron su nombre para brillar con su valor especial “ enfatizó el mismo Sucre y así fue, al extremo que veinticinco de ellos que carecían de caballos tomaron mulas de carga a fin de compartir riesgos y glorias con sus camaradas. Esta información la menciona el capitán (y luego mariscal) Guillermo Miller en sus Memorias (1910). Conocemos, asímismo, el pundonor que derrocharon los anónimos reclutas peruanos, que habían ido cubriendo las bajas de las unidades grancolombianas a lo largo de dos años de campañias.Juzgamos, sin embargo, que todas estas descripciones resultan insuficientes y aun injustas por incompletas. Y como no existe medalla sin reverso, trataremos ahora sobre el choque de Ayacucho, “desde la perspectiva ,de los vencidos”, apelando al testimonio de quienes allí pelearon en el partido del Rey.Al hacerlo enfatizaremos el papel decisivo que representaron los soldados andinos anónimos enrolados por la fuerza en ese ejército. Veremos así que, muchos de estos, eran prisioneros de guerra, forzados a batirse en pro de una causa que les era indiferente o les repugnaba, compelidos por una cruel disciplina carcelaria. Ese 9 de diciembre aprovecharon la ocasión para ayudar al bando patriota, que era, en todo caso, al que sentían más propio. Lo hicieron desertando en masa en plena acción y aún peleando al final contra sus propios capitanes.Nos proponemos revelar en estas páginas, que en el seno del ejército del Rey, vale decir en el del Virrev La Serna, sectores patriotas embozados, conspiraron e hicieron cuanto pudieron para captar adeptos. Resaltaremos que en ese ejército existió desde mucho antes de la batalla una sorda conjura patriota, expresada en la deserción (a veces en grupo), en los pasquines, en los suicidios, en la indisciplina frente al enemigo ,caso de Junín. Pero, el extremo del amotinamiento, había de presentarse únicamente en Ayacucho.Por estas razones resulta factible sostener que, en cierta forma, gran parte de los peruanos quechuas, aimaras y mestizos, que combatieron forzadamente bajo el emblema del Rey de España, ganaron también, a su modo, la batalla de Ayacucho. Influidos por el surgente sentimiento de patria y arrastrados por ancestral rencor a todo lo hispánico, coadyuvaron notablemente al éxito patriota, al punto que resulta factible afirmar que sin aquel extraño e imprevisto concurso, Sucre pudo haber perdido el encuentro. Como, además, lo temían tantos patriotas, fatigados ya de retirarse leguas y leguas ante el ejército rival y que actuaban, no lo olvidemos, en tierra enemiga, porque los iquichanos de Huanta, empujados por prédicas calumniosas, venían dando apoyo a los del Rey, y también los indios de Huando, pueblo muy grande de Huancavelica. En cuanto a los morochucos, poco se supo de ellos en aquellos días decisivos.Así, primero durante la campaña de Ayacucho y luego en plena batalla, los soldados peruanos del ejército de España ayudaron en 1824 a sus aparentes adversarios, a esos obligados enemigos que eran en verdad sus hermanos en la común opresión sufrida. por esta opresión prolongada, tenaz, peligrosa, pagaron un precio altísimo en vidas, en especial en la jornada final. Sus silenciosos esfuerzos, de minar en su base al ejército del Rey, no fueron jamás reconocidos; aún más, en el bando patriota ni se sospechaba el nivel alcanzado por las maquinaciones secretas en los campamentos virreinales. Desconocimiento que habría de influir en la matanza de Ayacucho.EL PERÚ DIVIDIDOEl Perú oficial fue el escudo y la espada de España durante las guerras de Independencia de América (1809-1826). Esta circunstancia lamentable fue el resultado de las acentuadas estructuras semifeudales y del sojuzgamiento a que los criollos sometían a la población nativa. El oro de Lima pagó catorce años de campañas incesantes, en las cuales tropas de nuestro país - indios y negros- fueron carne de cañón para sostener y restaurar el pendón español en el continente. Por un larguísimo período, las fuerzas virreinales del Perú se pasearon victoriosas por los campos de América. Varios de los mejores hombres de guerra de aquel período fueron criollos del Perú, como el general José Manuel de Goyeneche, auténtico Salvador de España. Los actuales territorios de Argentina, Ecuador, Chile y Bolivia sufrieron la acción de las armas virreinales peruanas y fueron devueltos al Rey.Todo ello sin incluir la feroz represión de patriotas en el frente interno, como ocurrió con los sublevados que estuvieron al lado de los hermanos Angulo-Pumacahua-Melgar (1814-181 5); movimiento que alcanzó a cubrir vastas áreas de los virreinatos del Perú (Ayacucho, Huancavelica, Abancay, Puno, La Paz, aparte del Cusco) y de Buenos Aires. Esta rebelión fue aplastada, finalmente, con las tropas quechuas del general Juan Ramírez y su fiel lugarteniente, el comandante Agustín Gamarra, en Umachiri. Esta sublevación casi sin historiografía (¿?)- alcanzo a tocar los linderos del actual departamento de Lima, pero fue en vano, pues el Perú oficial se hallaba envuelto en la causa del Rey de España.Semejante despliegue se explica porque toda la aristocracia criolla colonial peruana salvo contadas excepciones- sostenía a España. El desprecio por los indios y el temor a lo indio desde Túpac Amaru (17801783) acercaban excesivamente a los criollos y españoles. No olvidemos, además, que bajo el dominio de la metrópoli, nuestra nobleza criolla, en especial la limeña, había gozado de una relativa hegemonía continental, disfrutando durante un lapso prolongado de un status, que alguna vez Jorge Basadre definió como una especie de “cogobierno” entre ellos y los funcionarios peninsulares.Pero frente a tendencias pro-hispánicas, en nuestra país fueron irguiéndose fuerzas de renovación y hasta de revolución. El frente colonial del Perú estallo con la sublevación del Cusco, arriba citada (1814-1815) y su recomposición fue defectuosa. Al llegar San Martín y, luego, Simón Bolívar, las tendencias autonomistas -motivadas desde distintas vertientes- se consolidaron en diversas regiones, mientras el país se iba disgregando en confusas guerras fratricidas de caprichosas trayectorias.Es así como en diciembre de 1824 el país se encontraba tan anarquizado, que se desangraba en varios frentes de guerra. En este período es posible identificar hasta seis fuerzas armadas peruanas completamente distintas, que combatían todas ellas por el dominio del Perú. La primera de ellas fue la que venció en Ayacucho, alcanzando cerca de un tercio del total de los efectivos patriotas al mando de Sucre. La segunda fuerza armada, que peleaba por la causa del Rey de España, congregaba a soldados peruanos engañados o forzados, los cuales representaban el 95% del total de los combatientes, que fueron aproximadamente ocho mil. En las presentes páginas trataremos sobre éste último ejército. El tercer grupo se hallaba conformado por los montoneros patriotas, que serían unos cinco mil en todo el país, esencialmente entre Lima, Junín, valle del Mantaro, Huamanga y Huancavelica, que fue luego asimilado, en buena proporción, a las filas patriotas del ejército del Perú. El cuarto sector fue el de los montoneros del Virrey, vale decir los que luchaban por la causa del Rey de España, unos dos mil en opinión de Sucre. Luego, venía el quinto núcleo, que representaba en aquel momento al Perú oficial, al Estado peruano, el que se había refugiado en los Castillos del Callao, bajo el Gran Mariscal y presidente Torre Tagle, quien había defeccionado del bando patriota y luchaba bajo las banderas del Rey de España y de su representante en el lugar, el general Ramón Rodil; con el presidente del Perú estaban felonamente el vice-presidente, el aristócrata Diego de Aliaga, conde de Lurigancho. Según Jorge Basadre ellos eran seguidos «por los miembros del gobierno, por numerosos diputados, y aun por ciento cinco oficiales y por los escuadrones peruanos acantonados en los alrededores de Lima», y que luego recibirían refuerzos de negros e indios traídos de Ica y de Arequipa por la flota del Perú, que también volvió velas a fin de combatir por la causa española, que en ese momento era ya de la Santa Alianza. El sexto ejército fue, en ese diciembre de 1824, el del general español Pedro Antonio Olañeta, en el Alto Perú, con cuatro mil soldados.Un caso especial lo representaría el pequeño ejército de Bolívar, que indesmayable marchó de inmediato a conquistar Lima, tras el desaire (¿traición?) del Congreso de la Gran Colombia. Se fue desde las alturas mantarinas a Chancay, con una pequeña escolta grancolombiana y las bravas montoneras del cura Bruno Terreros; para entonces ya se había reconciliado con Manuelita Saenz. Maniobras políticas lo habían destronado del mando del ejército de su patria y Sucre con casi toda la oficialidad habría querido sublevarse contra esa ley tan injusta que le prohibía comandar tropas de su país. ¡A tanto llegaba el rencor y quizá la envidia del general Francisco de Paula Santander, vicepresidente de la Gran Colombia y Presidente en ejercicio!EL PATRIOTISMO DE LOS DESERTORESCuando Bolívar inició la campaña final por la Independencia del Perú, el Virrey contaba desde el Cusco con unos quince mil soldados: peruanos en su gran mayoría. Buena parte de ellos eran veteranos en combate y casi siempre habían salido vencedores.Aquel ejército virreinal había sufrido una conmoción a raíz de alzamiento de Olañeta en el Alto Perú .La Serna remitió a su mejor general, Gerónimo Valdez, con tropas escogidas, pero este no alcanzo a vencer del todo, a pesar de la ferocidad con que se peleó. Fue una guerra civil española de absolutistas (Olañeta) contra constitucionalistas (La Serna).Esto sucedió en el sur. En el norte, un revés sumamente serio fue Junín, no tanto por los caídos en acción sino por las consecuencias morales de la derrota. Ante un Bolívar victorioso, Canterac tuvo que emprender una retirada veloz porque su ejército empezó a deshacerse, entre deserciones masivas, que se sumaban a las bajas provocadas por las escaramuzas con montoneros peruanos. En un par de semanas dos mil de sus soldados se le esfumaron en medio de las cordilleras centrales del Perú. Numerosos fueron los que se asimilaron a las guerrillas patriotas.Entre finales de agosto y los principios de setiembre de 1824, el Virrey La Serna logró, sin embargo, la proeza de constituir un nuevo ejército. El Cuzco fue eje de tan encomiable esfuerzo bélico. Los contingentes estuvieron formados por los soldados que Valdez trajo del Alto Perú, vencedores a medias, y los vencidos en Junín que aportaba Canterac. Pero, fundamentalmente, esas nuevas huestes fueron integradas mediante precipitadas levas de gente colecticia, entre Huamanga y Cochabamba.Urgido por las circunstancias, el Virrey cometió un error capital, el de incorporar en sus filas a los prisioneros de guerra, a los quechuas, aimaras y mestizos vencidos en encuentros anteriores. Soldados y montoneros patriotas cautivos fueron así arrastrados a combatir por el Rey siguiendo un método vertical que se había venido aplicando, pero que se tornaba peligroso para España dentro de las circunstancias propias de 1824.Con tan dudosos refuerzos, las tropas que salieron del Cusco en octubre de 1824, a fin de combatir contra los patriotas; sumaban cerca de nueve mil quinientas plazas y al frente se encontraba el Virrey La Serna. De tan elevado número, hasta fines de noviembre, se produjo “una horrorosa baja del ejército, entre muertos, enfermos y desertores, sin embargo de haber reportado ventajas en todos los pequeños encuentros que había ofrecido , por lo que contaba menos de siete mil hombres”, según el Mariscal Gerónimo Valdez, el mejor soldado de España en los Andes y autor de celebres escritos de la época.Así, por boca del primer guerrero español sabemos que una verdadera quinta columna había ido desertando en buena cantidad en esos meses postreros y decisivos. Reparemos también como los guerrilleros peruanos perdieron todos los encuentros, pero con su constante misión de desgaste - el “muerde y huye” -habían mermado de modo tremendo al ejército del Rey, matando e hiriendo a cierto número de virreinales, desalentando a muchos y ganándose moralmente a otro tanto.El más celebrado de los memorialistas de las guerras separatistas del Perú, el general español Andrés García Camba, sostuvo por eso que en nuestro país, cuando la campaña de Ayacucho (que el hizo íntegra) ,pocos eran los soldados que inspiraban la debida confianza.Contra lo que pueda creerse, semejante juicio de quien libró varias guerras en el Perú no resulta excesivo; al contrario, como se verá, es mas bien moderado, si nos atenemos a los acontecimientos mismos. Otros participantes en el conflicto fueron bastante mas drásticos en sus apreciaciones sobre la fidelidad y la obediencia de sus tropas indígenas durante esos meses postreros.El varias veces citado, Valdez fue quien se refirió con mayor claridad a “estos males” .Al fin y al cabo sufrió más directamente la realidad de las deserciones y el socabamiente .Señaló así que en el ejército del Rey “los generales no podían contar con sus soldados, cuando los perdían de vista por cualquier motivo” y que el soldado “que se separaba con cualquier pretexto no volvía a reunirse jamas”.Semejante inseguridad perturbaba toda la marcha del ejército virreinal, obligando a un exceso de vigilancia de parte de los grupos españoles. Bastara decir que, como no podían llevar a todos a la vez, la gente que custodiaba tenía que «hacer dos o tres viajes por leña y agua”. Tal era la magnitud cotidiana de la crisis interna. Y por la misma razón «era muy opuesto el Virrey a enviar partidas en busca de ganado, porque en tales ocasiones era segura la deserción», como lo cuenta Miller. Peor era en las noches, en que las sombras propiciaban la evasión.En cierta ocasión en que las tropas del Rey marchaban de noche, sólo en tres horas se produjo «la deserción de la mayor parte de la Compañía de Cazadores del Primero del Imperial Alejandro», un cuerpo distinguido.En su «Refutación» Valdez agregaría una amarga información castrense “Los enemigos, bien cerciorados de este estado, no temían nada por la noche, cuando ellos podían maniobrar y moverse libremente”, en cambio los soldados del Rey vivían “encerrados en cuadros formados por europeos, especialmente de noche”. Aunque dificultades parecidas enfrentaban los jefes españoles en pascanas, a la luz del sol, entre pupas, abismos y cordilleras nevadas.Miller habría de recordar como los jefes españoles “en cualquier punto donde hacían alto los cuerpos acampaban en columna y ponían alrededor un círculo de centinelas de los soldados de más confianza , además de estos centinelas un gran número de oficiales estaban siempre de servicio y ningún soldado podía salir de la línea de ellas con cualquier pretexto que fuese”.LAS CAUSASAdemás de las guerras contra los independentistas, el ejército del Rey se desangró durante la insurrección absolutista de Olañeta, en el Alto Perú: “sangrienta campaña [...] la más mortífera y desoladora que hasta entonces se había hecho en el Perú , como lo comentó Valdez. Cayeron en ambos bandos bastantes españoles y criollos virreinales, pero sobre todo las tropas quechua y aimara cuya disciplina y experiencia de fuego había garantizado el orden hispánico en América desde 1809.

En un documento expedido en España, Valdez habría de expresar con su habitual franqueza: las bajas - escribió- fueron cubiertas siempre «con indios tomados a la fuerza y embebidos en los cuadros sin instrucción y disciplina, y a quienes era preciso campar en cuadro o en columna con los oficiales y sargentos a los extremos».La situación se agravó a raíz de los acontecimientos de 1824. Aludiendo a lo ocurrido en el Alto Perú, el desastre español en Junín y a otras operaciones andinas, García Camba no puede menos que reconocer que en los meses finales de 1824, el ejército del Rey se componía de “naturales del país, algunos procedentes de guarniciones pasivas, varios reclutas tomados sobre la marcha por los cuerpos del sur y de considerable número de prisioneros y pasados al enemigo».Esta situación tan incierta de la tropa indígena y mestiza originaba desazonas y desconfianza entre españoles y criollos virreinales. Era un ejército carente de espíritu de cuerpo.Ya no corrían los tiempos de Abascal y de Pezuela. Ya no era factible tampoco formar veteranos, ni imbuirles ideas. Menos podían aplicar una disciplina formal. Para hacer cumplir las normas, los jefes españoles apelaron al terror y a la vigilancia de los soldados como si estos fuesen presidiarios.LAS NUEVAS IDEASLos virreyes del Perú había sostenido la lucha en los Andes y en el mar americanos (1809-1824) sobre la base de unos pocos miles de españoles y criollos que comandaban una mayoría de tropas oriundas del Perú: indios, negros y mestizos que adquirieron veteranía y gran capacidad de lucha. Cuando Bolívar en su famosa proclama de Rancas, antes de Junín, advierte a sus hombres que “los enemigos que debeis destruir se jactan do catorce años de triunfos” sabe que ese enemigo es básicamente peruano, pero también conoce que ya las condiciones no eran las mismas en esos promedios de 1824. Las huestes virreinales vencedoras en tantas guerras ya casi no existían; de españoles quedaban menos de 600 y de las excelentes tropas quechuas, aimaras y negras de las etapas iniciales apenas restaban puñados. Los vacíos por bajas en las tropas virreinales se fueron cubriendo con personal campesino reclutado a última hora. Esa tropa estaba menos entrenada y menos segura ideológicamente y se descubría a veces minada ya par la propaganda patriota.Uno de los métodos más eficaces en la tarea de desintegrar la moral de los virreinales fue el envío de propaganda sediciosa, tarea en la cual destacó el coronel de montoneras Marcelino Carreño, que era tan valeroso en los combates cuanto hábil en estas acciones de infiltración; papel relevante le tocó igualmente a Miller, quien, casi divirtiéndose, gustaba hasta de fraguar cartas y documentos a fin que adrede fuesen tomados por el adversario y quedase desorientado respecto a datos políticos y militares.Por otro lado, los militares del Rey, en diálogos constantes de campamento, en trato con ex-montoneros y ex-soldados patriotas, asimilados a la fuerza al ejército, aprendieron más de la cuenta, se fueron ,politizando, (lo cual no sucedía en el trío de las rudas y aisladas montoneras quechuas virreinales).Bastante gente de tropa del Virrey sufrió en esos meses, aunque lentamente, el mismo grado de asimilación de las ideas patriotas que hombres como Andrés de Santa Cruz, José de La Mar, Ramón Castilla, Agustín Gamarra y muchos otros oficiales que desde 1821, se fueron pasando del ejército del Rey al ejército patriota, conforme iban entendiendo la justicia de la insurrección o par otras razones. El propio Carreño, el más importante de los jefes guerrilleros peruanos parece haber sido en sus inicios un capitán de las huestes españolas.LA SEVICIAPero existió un motivo más que alentó las deserciones en ese período, causa que los generales españoles, se cuidaron muy bien de no mencionar en sus informes y memorial. Nos referimos a la disciplina brutal que habían llegado a imponer a las nuevas tropas quechuas y aimaras en 1824.El coronel Juan Bustamante, uno de los tantos próceres peruanos olvidados, fue - aparte de buen guerrero- un escritor de garra. Es él, principalmente, quien nos habla de la cruel disciplina reinante en el ejército virreinal y de los entrenamientos en campos de concentración como Huancayo:“El sólo nombre de Huancayo (escribe) infundía en toda la juventud indígena un terror, una desesperación difícil de pintar. Es constante haber habido reclutas que antes de salir de la cárcel de sus pueblos en la cual se les ponía por razones de seguridad se cortaron los tendones de las corvas y otros de los talones inutilizándose por ese medio atroz”. Cuenta, asimismo, que marchaban esposados o amarrados en colleras, para evitar las fugas. Las deserciones se castigaban con palo y látigo, pero al extremo de matar con frecuencia a los sancionados o de inutilizarlos de por vida; a las heridas se les echaba sal. A otros les cortaban las orejas: “ya me llevan, ya me llevan, a las pampas de Huancayo”, decía en aquel tiempo la triste melodía de un huayno.

Por estos razones, los suicidios fueron frecuentes entre los soldados, quienes a veces se metían un tiro de sus propios fusiles, pero más frecuentemente se arrojaban a los abismos o a los ríos caudalosos.LOS SUICIDIOS EN CORPAHUAICOCorpahuaico fue una rotunda victoria virreinal alcanzada sobre las huestes patriotas de Sucre, días antes de la Batalla de Ayacucho, el 2 de diciembre. Pudo acabar en desastre generalizado de no mediar la serenidad del ingles Miller y el coraje del colombiano Morán. Los patriotas perdieron allí casi trescientos hombres y un cañón, esto es, la mitad de su escasa artillería, aparte de bagajes diversos, bestias y municiones. Los jefes españoles y criollos virreinales festejaron con alborozo esta nueva victoria de Valdez que podía anunciar el final triunfante de la campaña contra Sucre.Sin embargo, lo sorprendente es que, no obstante tan notable triunfo virreinal, varios vieron el suceso de modo muy triste, quien sabe cuantos de los soldados quechuas del ejército vencedor. Décimos esto porque, como relata el mismísimo general José Canterac: «después de la jornada, algunos de los soldados, lejos de jactarse de la victoria, rompieron sus fusiles contra las rocas y acusados de remordimiento por la derrota infligida a sus hermanos, buscaron la muerte arrojándose al abismo».A estos extremos había llegado la tensión emotiva en cierto número de los combatientes quechuas del ejército del Rey, hombres a quienes se les aplicaba el principio militar prusiano de que « el soldado debe temer más a la vara de su cabo que a la bala del enemigo».Por otra parte, al día siguiente de la victoria virreinal en Corpahuaico (también llamada Matará y Colpahuaico) un número imprecisable de soldados trató de desertar; en todo caso, quince llegaron a incorporarse a las fuerzas patriotas; eran quechuas de Cochabamba, prisioneros obligados a combatir sirviendo a la bandera del Rey. Otros doscientos llegaron a evadirse.Afirma Torrente que varios jefes españoles planearon tras el suceso de Corpahuaico, proseguir la victoria y aniquilar a los de Sucre al anochecer, tras su desastrosa retirada, pero” el temor de la deserción que eran tan común entre aquella tropa hizo que los realistas renunciasen a recoger los frutos de esta primera victoria. [...] Si dichas tropas hubieran inspirado la debida confianza no se habría suspendido el ataque”.Sucre y sus hombres se salvaron así esa noche, gracias a la zapa organizada por quienes en la filas del Rey se resistían, en todo lo posible, a seguir combatiendo. Gracias a estos desconocidos “enemigos” , al amanecer del día siguiente el ejército patriota pudo rehacer sus filas y tomar nuevas posiciones. Había perdido algunos oficiales de gran valía como el capitán ingles W. Gooseberry.Además, Corpahuaico prefiguró la amenaza de un posible desastre definitivo de ese ejército, que seguía retirándose ante el Virrey y que - en verdad- sólo se venía librando del exterminio gracias a los invisibles partidarios que militaban en el otro bando, bajo los estandartes rojo y gualda de España.El Virrey consiguió cortar la retirada a Sucre. Deambulando por frígidas punas, las fuerzas patriotas cruzaron, así consta, por aldeas quechuas iquichanas célebres después por otras razones, como Huaychao y Uchuraccay, sin obtener apoyo de los hoscos lugareños, cuyos hermanos mas bien participaban en las montoneras huantinas del Rey. Desde allí pasaron a La Quinua; perturbados los patriotas por falta de sustento para hombres y animales, la deserción volvía a aparecer. En esas punas desoladas sólo quedaba rancho para tres días.SEDICIÓNEn las áridas cumbres del Condorcunca, donde el Virrey decidió instalar sus posiciones, y en la misma víspera de la batalla, durante la noche se produjo un acto que no vacilamos en calificar de sedición. Es el propio general García Camba, quien lo relata, con una indignación apenas disimulada. Sucedió que las carpas «del Virrey, de Canterac y de otros jefes amanecieron con varios cartelones ridiculizando su conducta». Los autores fueron, demás decirlo, personas que sabían leer y escribir, oficiales criollos o mestizos de cuadros medios; cómplices fueron, por lo menos, los centinelas que guardaban vigilancia en cada caso.La verdad es que en el campo del Rey corrían los más diversos rumores en torno a la actitud que habría de asumir Canterac y el propio Virrey viendo inevitable la batalla definitiva. La notoria falta de víveres - y hasta de agua- agravaría el malestar en estos horas finales del imperio español en América.En cualquier forma, el caso de esos cartelones difamatorios (no sabemos que decían) fue silenciado en esas premuras en las cuales cualquier investigación y castigo devenían imposibles; pero revela la descomposición interna de las huestes del Rey. Tal vez, estos cartelones indicarían un rechazo de combatientes españoles recalcitrantes a jefes políticos y militares que habrían estado tentando, secretamente, un arreglo pacífico con ciertos patriotas, tema que aún es un misterio en la historia y que constituye lo que, en general, se denomina “la tesis de Salvador de Madariaga”, destacado historiador español.LA DEBACLE DE AYACUCHONunca hemos conocido una batalla peor concebida y ejecutada que la de Ayacucho. Los errores quizá se expliquen por las sospechosas condiciones antedichas, que Madariaga (1984) remarca. Además, los soldados del Virrey La Serna tenían más caballería, mas infantería y contaban con once cañones, contra solo uno de los patriotas de Sucre.Desde el inicio del encuentro se percibe en las huestes virreinales un notorio desconcierto, cierta indisciplina y tal vez el oculto deseo de algunos generales de no dar una batalla a fondo, dadas las adversas condiciones que los rodeaba y la desconfianza en su personal de tropa.Es muy interesante al respecto lo que narra el coronel F. B. O'Connor en sus Recuerdos (1915), respecto al inicio de la batalla, en el momento en que sólo estaba una fracción del ejercito virreinal en la pampa, al pie del Condorcunca. Este autor dice que ante el avance patriota “Los granaderos de España dieron vuelta sin desordenarse y nos dejaron pasmados. Parece que ellos comprendieron mejor que no convenía ese movimiento y vimos a los jefes españoles conteniendo a sus soldados y hablándoles”. Sin lugar a dudas, la autoridad se hallaba resquebrajada, a sólo minutos del choque.Iniciados los fuegos derramaron heroísmo, inútil por lo precipitado, el coronel español Rubén de Celis y, los españoles que le siguieron en una imprevista carga de caballería que a muchos, incluso a él, les costó la vida. Fue un escuadrón contra un regimiento. Al rato fue hecho trizas el selecto batallón San Carlos y sus barbados componentes, que lucían cascos de plata. Mucho más resistieron los Contingentes veteranos quechuas y aimaras de Gerónimo Valdez, bien encuadrados bajo su hábil dirección. Virtualmente, ellos solos sostuvieron la lid, con ejemplar denuedo, peleando por causa ajena por pura disciplina.El resto de las divisiones del Rey actúo de muy distinta manera. Machos huyeron, salvo audaces y aislados grupos de notable osadía. Se negaron a combatir por repelencia a lo español, por indisciplina, o por obra de la conspiración, tras una resistencia simbólica. A veces ni eso. Sencillamente, arrojaron sus armas y se dispersaron. En verdad eran siervos armados que se vengaron de los vejámenes, abandonando a sus jefes, a quienes odiaban.Las sospechas sobre la conjura o las conjuras actuantes en plena batalla se acrecientan cuando observamos que alguién hizo correr el grito de «han matado al Virrey”, falseclad que se propagó por todo el campo rápidamente.Hasta el «Cantabria», que en Corpahuaico obligó a retirarse más que de prisa al batallón colombiano «Rifles», «se entregó como los demás a la fuga, sin que nada le pudiera detener». Éste era el batallón quechua de los suicidas.Caro pagaron en Ayacucho los jefes españoles el haber enrolado tantos montoneros y soldados capturados. Se lamentarían en medio de la trifulca el haber levado sin seleccionar, así como el descuido en el entrenamiento de tiro y lanza larga y también el desdén por lo que hoy llamaríamos “ ideologización”. El tropel de los que huían arrastro a la minoría de españoles y “nivelado el escalafón por el común desastre huían atropellándose” como lo recordaba el general López.En medio del tropel de quienes se replegaban, solamente resistieron el ímpetu patriota los más puros batallones indígenas peruanos, los quechuas y aimaras de Valdez. Ellos vencieron a la mayor parte de los batallones peruanos del general La Mar, lo cual fue registrado en todos los informes militares del día. Felizmente para la causa bolivariana, La Mar conservó la serenidad y con la ayuda del general grancolombiano José Maria Cordoba, que fue enviado por Sucre con tropas de refuerzo, logró contener a las legiones indias de Valdez y luego derrotarlas. En otras palabras, si la Batalla de Ayacucho hubiera sido sólo entre peruanos, nuestros quechuas y aimaras con Valdez habrían doblegado del todo a los negros, zambos y mestizos de la “Legion Peruana” .Los « Husares de Junín», comandados por Miller, quien era el jefe de toda la caballería patriota, contribuyeron eficazmente a restablecer el equilibrio en el encuentro, que luego ganaron. La lanzas de los grancolombianos, que eran mucho más largas, cumplieron su rol, como en Junín.Como Valdez lo señalara admirablemente en sus escritos, luego el caos resulto inevitable. Fue indetenible la debacle “Los prisioneros habrían de tratar de volverse, como lo hicieron, a los campos enemigos, y los indígenas de buscar sus madrigueras de donde se les había sacado a la fuerza hacia muy poco tiempo».REVUELTA GENERALIZADAPronto las revueltas se generalizaron en el campo de Ayacucho, pues los soldados del Rey se negaron a la obediencia. Esto sucedía a pesar que Valdez con sus bien disciplinadas tropas quechuas y aimaras, obraba milagros en el ala derecha española, dando tiempo para que se reagruparan los demás contingentes virreinales. Pero, a la postre, también sus fuerzas fueron arrolladas por Córdoba y La Mar, quien pudo rehacer sus tropas. Continuó entonces la matanza, porque los lanceros grancolombianos -afroamericanos casi todos- pasaron a perseguir sin piedad a los que se replegaban en desorden con sus largas lanzas: a los que huyeron por la pampa los sablearon a su antojo, en cambio los que optaron por trepar los cerros se salvaron porque los caballos de los jinetes patriotas no podían subir alturas tan escarpadas. La fatiga ocasionada por la refriega misma y la altitud del lugar impidió que las tropas bolivarianas ascendieran a pie de inmediato. El cuerpo comandado por el general Córdoba, tras arrollar a sus rivales, tuvo que replegarse por efectos del soroche.De todos modos, la mortandad resulto elevada. La consigna era exterminar al ejército del Rey, tal como lo revelan las altas cifras de muertos entre los vencidos y la bastante menor de heridos. Pero esta mortandad fue excesiva, si nos atenemos a la actitud de los soldados indígenas virreinales que renunciando a luchar, mas bien querían plegarse a sus adversarios.La batalla propiamente dicha fue breve, salvo en la parte en la que se defendían las legiones de Valdez. Por el contrario, la persecución de los dispersas fue larga y obstinada. Por las pampas vecinas y los barrancos « los cazaban a su antojo», sin que les valieran de nada los gritos de rendición y hasta de adhesión que lanzaban en sus idiomas indígenas, que, lógicamente, los vencedores no entendían. Masacrar indios, además, siempre fue una práctica común en América y de ese modo se mato sin piedad a esos desdichados fugitivos. Nadie paró mientes en que muchísimos de ellos eran también autores de la victoria, con su inercia o deserción.Las cifras que proporciona el propio parte militar de Sucre revela que hubo masacre, matanza intencional de los soldados que se evadían y huían. Por ejemplo, al referirse a las bajas de los patriotas, escribe a Bolívar (quien ya había tornado Lima) que fueron trescientos setenta muertos y seiscientos nueve heridos, lo cual es una proporción más o menos normal para un encuentro bélico. Pero cuando se informa sobre las bajas de los virreinales, éstas llegan a mil ochocientos en cadáveres y setecientos heridos, desproporción evidente, porque, como es lógico en las batallas de este tipo, los heridos siempre eran más que los muertos.Sin embargo, para explicar esta violencia deben tenerse en cuenta las tensas condiciones en que luchaban los patriotas. El Virrey en el Condorcunca les había cortado la retaguardia y tenían, como se ha mencionado víveres y agua para dos días. Se hallaban amagados por los feroces montoneros del Rey, que eran como unos dos mil indios de Iquicha y Huando, que en las vísperas habían logrado matar nada menos que al mejor montonero patriota, Marcelino Carreño. Además, todos aquellos soldados patriotas sentíanse desmotivados sin Bolívar, que era como un dios de las batallas. Esto explica que se tocase clarines ordenando constanternente “a degüello” aunque, obviamente, estas razones no justifican del todo la masacre. Bolívar, de haberse hallado presente en el campo de batalla, habría mandado cesar la inútil degollina, gracias a su certero instinto pare percibir rápidamente las realidades, pero celos y envidias políticas grancolombianas lo habían destituido del mando del ejército dos meses atrás. No hubo así en las acciones quien atinase a dictar nuevas órdenes, aún cuando es notorio que Miller, quien conducía a la caballeria, no prosiguió con la hecatombe, quizá porque ese gringo romántico y aventurero tuvo siempre un gran cariño por los indígenas de América. De todos modos, por la proporción de bajas, la de Ayacucho fue una de las batallas mas cruentas de la historia continental y destaca, inclusive, en la historia universal por ello.Mientras el Virrey caía prisionero, la mayor parte de los jefes y oficiales - seguidos por una parte de sus huestes, sobre todo las de caballería - alcanzaron a replegarse a lo alto del Cerro Condorcunca. Allí deliberaron y casi todos decidieron continuar la campaña en el sur del país. El general en jefe, Canterac, fue, sin embargo, opuesto a esta decisión, así como algunos otros oficiales.Un factor que desalentaba a los españoles más empeñosos era la certidumbre que con la noticia de la victoria patriota habrían de desintegrarse las débiles guarniciones virreinales de Cuzco, Arequipa y Puno. Peor aún, ellos quedaban en manos de Olañeta, en el Alto Perú. Este general español ultraconservador se las tenía juradas a sus compatriotas, los generales liberales que seguían a La Serna, a quien había declarado “un traidor a Dios y al Rey». Así las cosas, lo que les podía suceder “era caer en manos de Olañeta, donde no podían sino esperar una muerte trágica e infructuosa”, como ellos mismos reconocían.En este trance, el jefe de la “Legión Peruana» , general La Mar, hizo llegar en forma discreta un ofrecimiento de capitulación. Al fin y al cabo, los españoles vencidos habían sido sus compañeros de armas. La Mar había combatido por el Rey hasta dos meses después del 28 de julio de 1821. Antes, habían fraternizado todos durante la guerra contra Napoleón en la península ibérica (1808-1814).Dieron entonces la orden de concentrar a los dispersos. Pero, el sentimiento antiespañol de la tropa pudo más. Rota ya la draconiana disciplina que había impuesto el comando, se tornaron “inútiles un sinnumero de actos de arrojo que tuvieron lugar en esa hora desgraciada [...] el capitán Salas fue muerto por su misma tropa que se había empeñado en reunir; el brigadier general Somocurcio estuvo expuesto por el mismo empeño a sufrir igual suerte y en general no hubo un jefe notable que no corriese los mismos riesgos al tratar de reunir a los dispersos. No debe sorprender esta conducta habiéndose ya dicho la especie de soldados que componían nuestras filas, con los cuales no podía contarse en modo alguno en el momento que nos abandonase la victoria».Así contó las cosas Valdez.García Camba dio una versión bastante parecida del desastre final. Cuenta que se acordó reunir en las cumbres a todos los contingentes a mano, rotos en la batalla. Pero estos se negaron. Fueron, pues, los soldados peruanos sublevados quienes obligaron a rendirse a los altivos generales de Fernando VII. Pronto la situación se agravó, al aumentar la agresividad de los amotinados.Sucedió que entre esos exaltados soldados indígenas había «unos doscientos jinetes» que empezaron a asumir una actitud amenazadora, hombres allí « reunidos precisamente por una causa opuesta a la que ellos [los patriotas de Sucre] debieron figurarse” empezaron a saquear los equipajes de los jefes, amenazando seguramente con disparar sobre quienes habían sido sus comandantes horas antes. Los combatientes peruanos se vengaban de esa forma de los agravios recibidos y de haber sido forzados a batirse contra sus compatriotas. La situación de los jefes virreinales llego a ser insostenible frente a esa gente con la cual nada los unía.Disimulando lo mejor que se podía tan lamentable estado, uno de los hombres de confianza de Valdez bajó al campo patriota a buscar un arreglo con La Mar. El emisario se encontró con el coronel O'Connor y otros a quienes dijo “tengo orden del señor general Valdez de proponerle una capitulación, porque la tropa en el Alto está saqueando los bagajes de los generales y oficiales».LOS AUSENTESPerdieron en Ayacucho los del Rey. Pero es que ya no estaban en las filas de España el indio bravo cusqueño, brigadier Mateo Pumacahua (rango de general) que tanto los había defendido; ni tampoco el joven Mariscal criollo José Goyeneche, ese arequipeño que tantas victorias dio a la causa del Rey , ni el Mariscal Picoaga, ese otro peruano que por su denuedo tuvo que ser ejecutado durante la revolución de los hermanos Angulo. De estar todos ellos presentes, quizás otro pudo ser el resultado de la jornada del 9 de diciembre en las pampas de la Quinua. Tampoco se encontraba el general español Juan Ramírez, el increíble vencedor de Umachiri, quien disgustado, partiera del Perú tras el golpe militar de La Serna contra Pezuela, en Aznapuquio. Ni Olañeta, general español que en los días de Ayacucho no abandono su reducto ideológico absolutista del Alto Perú, seguido por más de 4000 soldados indios. Ni Santa Cruz, ni Agustín Gamarra, quienes palearon también a favor del Rey hasta 1821, aunque sin brillo.LA CAPITULACIÓNLa historia censura a veces a Sucre por haber escrito una Capitulación tan generosa. La verdad es que se requería de todos los españoles, liberales o no, se marchasen del Perú. Esto para enfrentar en mejores condiciones al enemigo principal; el dúo Rodil y Torre Tagle, que con miles de hombres, peruanos casi en su totalidad, sostenían el castillo del Real Felipe en El Callao. Acababan estos de ganar el combate de La Legua a las fuerzas patriotas. Y Bolívar temía que llegasen refuerzos de España y de la propia Santa Alianza, era coalición de monarquistas reaccionarias de Europa. El Real Felipe era a la sazón la mejor fortaleza de España en América, tomada ya Cartagena por Bolívar. Rodil habría de capitular solo en enero de 1826.EL NUEVO VIRREYLa revuelta de tropas, y a veces con sus oficiales, prosiguió cuando la nobleza surandina criolla impuso un nuevo Virrey, al enterarse de la catástrofe de Ayacucho. Pero ese nuevo Virrey, que era el Mariscal peruano Pío Tristán, poco pudo hacer en el Perú sin el respaldo del general Olañeta. Todas las guarniciones se deshicieron. Pero en el Alto Perú, un anónimo riflero aimara mato en un motín al sanguinario Olañeta, español, símbolo de lo más oscuro del absolutismo en América y quien quizá tenía proyectos políticos propios. Tal vez ser Rey. Esto fue en Tumusla, el 2 de abril de 1825. Este hecho motivó la desintegración de las huestes virreinales en aquella región y facilitó el avance de Sucre.FUENTES
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